Cortar una piña
En septiembre de 2010 por primera vez puede presenciar el corte de un maguey para hacer mezcal. A más de 10 años de distancia el mensaje de ese día sigue reverendo en mi memoria: el mezcal es esencialmente un drama.
A lo lejos la comunidad, y en el campo se percibía una quietud extraña, como de felino a la espera de su presa. Líneas de maguey infinitas, tierra mojada que creaba dos macetas en las suelas de las botas, las espinas del maguey esperando a cualquier intruso para clavar su arma, los rayos de un sol incansable.
El maestro que iba guiando el recorrido eligió el maguey maduro, una a una fue «rasurando» las pencas de la planta para poder manejarla, primero a machete limpio, después con barreta y mazo, y más adelante con una pala tipo cuchara filosa, la coa. Sol, humedad, trabajo duro, abrirse paso, rasgarse la piel, ser herido no sólo con las espinas puntiagudas sino también con la sabia de la planta que da una comezón punzante .
Cada machetazo, cada golpe de mazo era como música de lucha a la mitad de un campo soleado, uno resistiendo en aparente calma y el otro decidido a llevarse «la piña». Y entonces sucedió , se escuchó un gran crujido, la coa en función de palanca desenraizó la planta, obtuvo lo que quería. Ya después me enteraría que, para que la planta esté justo en su punto máximo de aprovechamiento debe ser cosechada justo antes de que pueda alcanzar su madurez y dejar su desendencia, justo antes de florecer y encontrar su plenitud, el maguey se capa.